
Aunque muchas veces se vea como signo de debilidad, llorar es una respuesta natural y necesaria del cuerpo. Las lágrimas ayudan a liberar tensiones, procesar emociones y recuperar el equilibrio emocional.
A nivel fisiológico, llorar también reduce el cortisol (hormona del estrés) y genera sensación de alivio. Reprimir las lágrimas, en cambio, puede intensificar la ansiedad o la tristeza.
Permitirnos llorar es un acto de autocompasión. Las lágrimas no son el final, sino parte del proceso de sanar.