
La medicina tradicional y la ciencia moderna han explorado la conexión entre emociones y órganos. Por ejemplo, se ha observado que la ira puede aumentar la tensión en el hígado, mientras que la ansiedad suele manifestarse con molestias estomacales, como gastritis o indigestión.
El sistema nervioso y el sistema digestivo están estrechamente conectados a través del eje intestino-cerebro. Las emociones intensas pueden alterar la producción de hormonas y neurotransmisores, afectando el funcionamiento de órganos como el corazón, el estómago y el hígado.
Practicar técnicas de manejo emocional, como la meditación, el mindfulness o la terapia psicológica, puede ayudar a mantener el equilibrio emocional y, a su vez, favorecer la salud de los órganos internos.